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Las autoridades dispusieron,
la adopción de una serie de medidas restrictivas sobre las operaciones
cambiarias.
El escenario económico que se observó en los últimos años -en particular
entre 2007 y 2011- ha ido perdiendo gradualmente viabilidad y está claro
que se requieren determinadas correcciones. La pérdida o disminución
de los superávit gemelos -fiscal y externo-, el atraso del tipo de cambio
real y hasta las restricciones energéticas actuales, conforman un nuevo
panorama.
En todos los casos, el proceso inflacionario jugó un rol preponderante
en el deterioro de las variables señaladas.
Por otra parte, la percepción creciente acerca de la insuficiencia de
las variaciones cambiarias nominales con relación al alza de los precios
internos y el uso de reservas internacionales para el pago de compromisos
de la deuda pública, aceleraron la demanda de divisas por parte del
sector privado frente a la perspectiva de un ajuste cambiario más contundente.
Ante tal circunstancia, el sistema bancario comenzó a evidenciar algunos
problemas de liquidez, que derivaron en una suba importante de las tasas
de interés, movimiento que también debe computarse como un dato relevante
hacia el futuro.
En consecuencia, es probable que tanto por razones cuantitativas como
de costos, las operaciones crediticias tiendan a reducirse.
En el terreno fiscal se anunció el comienzo de una política de reducción
de subsidios, que afecta inicialmente a ciertos sectores productivos
y a usuarios residenciales de más altos ingresos. Sin embargo, para
que el proceso tenga impacto en las cuentas públicas deberá extenderse
a un universo mucho más amplio de la población, en particular en el
pago de los servicios de energía y transporte urbano.
Por su parte, frente a la presión de la demanda para la adquisición
de divisas, las autoridades dispusieron, la adopción de una serie de
medidas restrictivas sobre las operaciones cambiarias, basadas en controles
del Banco Central y la AFIP. El límite, tanto en el plano fiscal como
cambiario, con respecto a la magnitud y el ritmo de las medidas que
pueden adoptarse, está determinado por su impacto en el proceso inflacionario.
En tal sentido, también se ha planteado la necesidad de limitar los
incrementos salariales en el año próximo -a un rango esperado que sea
aproximadamente la mitad del registrado en 2011-, con el propósito de
contribuir también a reducir la tasa de inflación. Este objetivo requiere
de un acuerdo social, que no es sencillo de instrumentar en el terreno
político y que además, exige un fuerte compromiso con relación a que
el proceso inflacionario será efectiva-mente controlado o moderado.
En definitiva, el conjunto de restricciones existentes en el plano fiscal,
cambiario, crediticio, energético, etc., inducen a prever que en 2012
la economía argentina transitará un sendero más limitado en materia
de crecimiento de la actividad productiva y en consecuencia, también
de la ocupación laboral. No se observa un panorama de crisis que pueda
derivar en una recesión, pero sí un escenario en el cual puede desacelerarse
de manera significativa el crecimiento económico.
Al respecto, el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que compila
mensualmente el Banco Central en base a las proyecciones de un número
significativo de consultores y centros de estudio, prevé en su último
informe -correspondiente al mes de noviembre- que el PIB en 2012 aumentará
algo menos de 5%. Y algunos analistas consideran un crecimiento algo
menor, del orden de 4%.
Por cierto, las nuevas condiciones del desenvolvimiento económico local,
incluyendo la perspectiva de un crecimiento más moderado en el próximo
año, deben ser también evaluadas en el contexto de los riesgos eventuales
derivados de la crisis internacional. Un dato no menor al respecto,
es la comprobación de que la economía brasileña expuso un comportamiento
leve-mente contractivo en el tercer trimestre del corriente año. Ello
puede impactar por el lado comercial, en particular a aquellas industrias
que exportan a dicho país.
Fuente. INFORME ECONÓMICO DE COYUNTURA publicado por
el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires. Diciembre 2011 |