|
Es un error
creer que la Institución MERCOSUR está tallada en piedra.
Como todas las relaciones comerciales, debe ser constantemente alimentada.
Justamente,
en el corazón geográfico del MERCOSUR, la experiencia
de las misiones jesuíticas y su abrupto final todavía
hoy brinda enseñanzas.
Cuando en 1750 España firma el Tratado de Fronteras por el que
Portugal adquiere derechos territoriales nítidos hasta el límite
del río Uruguay, las misiones comienzan a ser jaqueadas, para
luego colapsar con la disolución de la Orden de los Jesuitas,
dispuesta en 1773.
Al parecer, el aprendizaje del español no tuvo suficiente prioridad,
de modo que cuando las misiones se disolvieron, los guaraníes
no contaban con suficiente preparación para interactuar con las
poblaciones del Río de la Plata. Más allá de esa
y otras objeciones, es indudable que la experiencia dejó una
profunda huella de progreso, teniendo en cuenta las condiciones reinantes
en otras regiones del continente.
¿Qué conexiones es posible encontrar?
- En primer lugar, que para prosperar nuestra población debe
tener derecho a “aprender portugués”, en el sentido
amplio del término, junto con otros “idiomas”. Con
200 millones de personas y un PIB del orden de los 2,4 billones de dólares,
Brasil es un mercado crucial para un sinnúmero de actividades
en la Argentina.
- En segundo lugar, que cada país tiene soberanía para
firmar “tratados de frontera” con aquellos socios con los
que pueda lograr las mayores ventajas en términos de complementariedad.
La Argentina no debería ignorar que, en el seno de la Cancillería
brasileña, existe una corriente activa de pensamiento según
la cual la alianza de Brasil con la Argentina tiene cada vez más
costos que beneficios. Existen argumentos firmes contra esos funcionarios
“anti-Mercosur”, pero cada episodio de fricción los
termina erosionando.
- Esto lleva al tercer punto: las instituciones importan. El golpe de
gracia sobre las misiones devino de una crisis interna de la Iglesia,
que terminó con la supresión de la Orden de los Jesuitas
en 1773 (la restauración llegó en el siglo siguiente).
Desde el punto de vista de la Argentina, sería un error creer
que la “Institución MERCOSUR” está tallada
en piedra.
Como todas las relaciones comerciales, debe ser constantemente alimentada.
Si la minera Vale abandona el proyecto del potasio por su propia incapacidad,
hay un procedimiento sencillo para salir de la encrucijada: licitar
la concesión y que los nuevos interesados compitan para retomar
la inversión bajo las condiciones actuales. El sistema de seguro
de desempleo debería servir para paliar las consecuencias laborales
y sociales durante la transición.
Si no hay interesados y/o sólo aparecen empresas pidiendo condiciones
extraordinarias, entonces el gobierno podrá ver en qué
magnitud los desequilibrios actuales de la economía argentina
están afectando la marcha de esa y otras inversiones.
Si la conclusión es esta última, entonces quedará
en manos del gobierno replantear la política económica.
Y si ese fuera el escenario, la profundización del MERCOSUR será
una opción válida. Es cierto que Brasil no es un socio
sencillo. Tiene un gran peso específico y lo hace saber en cada
oportunidad.
Además, en el último período ha tomado una serie
de medidas proteccionistas que no son buena noticia para la competitividad
de la región: subió aranceles de importación para
100 productos que involucran aproximadamente el 4 % de sus compras totales
al exterior y se prepara para agregar otros 100 a ese listado en el
futuro inmediato.
En realidad, ese tipo de barreras pueden beneficiar en el corto plazo
a aquellos países como Argentina que tengan acceso sin aranceles
a ese gran mercado. Más del 40 por ciento de las exportaciones
industriales argentinas tienen a Brasil como destino.
Para contener la hegemonía brasileña, mucho más
productivo que pulsear todo el tiempo es introducir en escena nuevos
socios que dividan el poder en forma más equilibrada.
Esto podría lograrse con una negociación seria y ejecutiva
del MERCOSUR con un país como México, en aras de un acuerdo
de libre comercio (como hizo Chile hace ya varios años). El país
azteca tiene un acuerdo sólido con los Estados Unidos y Canadá,
por lo que es un excelente test para guiar las capacidades competitivas
de los productos made in argentina” (más que Brasil).
Pero para avanzar en esa dirección hay que recuperar el espíritu
innovador, tal como se lo vivió en el corazón del MERCOSUR
hace 400 años.
Fuente: Esta publicación es propiedad del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de Fundación Mediterránea.
|