Economía
 
Mayo - Junio 2013

EL PROCESO INFLACIONARIO
Y SUS CONSECUENCIAS.

 

 
 

La continuidad del proceso inflacionario parece estar asegurada en los próximos meses, aún cuando tenga una declinación temporaria en lo inmediato.

La economía argentina muestra en la actualidad fuertes de-sequilibrios –restricción externa, déficit fiscal, estancamiento productivo–, que obedecen a procesos acumulativos de diversa naturaleza que no han sido corregidos a lo largo del tiempo.

Sin embargo, un factor central que parece estar en la génesis de los principales problemas, es el prolongado proceso inflacionario de los últimos años.

Claramente presente desde el año 2007, la cuestión inflacionaria ha sido permanentemente negada por el gobierno, comenzando por la intervención del Indec a principios de dicho año y la consiguiente difusión de datos que subestiman el alza de los precios. En tal contexto, de todos modos, el gobierno ha interpretado que no se requiere poner en práctica un programa integral para combatir la inflación.

Es más, desde el sector oficial se ha diagnosticado que ni la emisión monetaria ni los incrementos salariales por encima de las mejoras en la productividad laboral, constituyen factores que impulsan la inflación. En todo caso, los elementos que ha estado utilizando el gobierno, en los últimos años, para moderar la inflación, han sido el congelamiento de las tarifas públicas y la devaluación del tipo de cambio por debajo de la dinámica inflacionaria.

El sostenimiento de las tarifas de los servicios públicos se logró con el uso creciente de subsidios, aplicación que terminó por deteriorar el resultado de las cuentas públicas, a tal punto que en 2012 el déficit fue equivalente a 2,4% del PIB.

Adicionalmente, el congelamiento tarifario provocó una caída de la inversión en sectores claves –como el energético, por ejemplo–, que derivó en un elevado costo fiscal en materia de importaciones de energía y combustibles.

Por su parte, la devaluación de la paridad cambiaria (oficial) muy por debajo de la inflación (no oficial) y por varios años consecutivos, provocó un atraso del tipo de cambio real, con la consiguiente pérdida de competitividad para los sectores productores de bienes transables internacionalmente. La percepción por parte de los agentes económicos del atraso cambiario impulsó, además, una fuga de divisas -por razones de atesoramiento- por montos considerables que erosionaron el nivel de las reservas internacionales.

Frente a tal escenario, las autoridades económicas dispusieron primero un mecanismo de control de las importaciones y, más tarde, un sistema de restricciones a la adquisición de divisas (cepo cambiario). Como resultante de ésta última decisión se generó un mercado cambiario paralelo (blue), cuya brecha con el tipo de cambio oficial es creciente, provocando serias distorsiones en el sistema de precios relativos.

Además y considerando las derivaciones negativas evidenciadas por los subsidios y el atraso cambiario para contener la inflación, el gobierno ha incorporado, en el corriente año, dos nuevos mecanismos para combatir el alza de los precios. Por un lado, un congelamiento de precios y, por el otro, la intención de poner un tope a los incrementos salariales que se están discutiendo en las convenciones colectivas de trabajo.

Ambos mecanismos, sin embargo, también presentan dificultades. El congelamiento de precios –que se extenderá en el tiempo– puede tener un efecto moderador en el corto plazo, pero en la medida que determinados componentes de los costos aumentan -caso de los salarios y todo lo vinculado al tipo de cambio, por ejemplo- los márgenes unitarios de rentabilidad tienden a disminuir. Y en algún momento ello significará faltantes de productos o ruptura unilateral del acuerdo de precios, como se ha demostrado en otras experiencias similares.

La moderación de los incrementos salariales, por su parte, también parece de muy difícil concreción, teniendo en cuenta que el nivel de conflictividad al interior del movimiento obrero se expresa en planteos reivindicatorios crecientes, por un lado, y que la conducción sindical no confía en que el gobierno esté en condiciones de frenar el alza de precios, por el otro.

En definitiva, la continuidad del proceso inflacionario parece estar asegurada en los próximos meses, aún cuando tenga una declinación temporaria en lo inmediato. La proyección inflacionaria expresa una situación más compleja, además, si se desarrolla en el contexto de una creciente conflictividad laboral, una fuerte desaceleración productiva y una caída importante en los niveles de inversión.

 

Informe Económico de Coyuntura – Abril de 2013 – Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.