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La continuidad del proceso inflacionario parece estar asegurada
en los próximos meses, aún cuando tenga una declinación
temporaria en lo inmediato.
La economía argentina muestra
en la actualidad fuertes de-sequilibrios –restricción externa,
déficit fiscal, estancamiento productivo–, que obedecen
a procesos acumulativos de diversa naturaleza que no han sido corregidos
a lo largo del tiempo.
Sin embargo, un factor central que parece estar en la génesis
de los principales problemas, es el prolongado proceso inflacionario
de los últimos años.
Claramente presente desde el año 2007, la cuestión inflacionaria
ha sido permanentemente negada por el gobierno, comenzando por la intervención
del Indec a principios de dicho año y la consiguiente difusión
de datos que subestiman el alza de los precios. En tal contexto, de
todos modos, el gobierno ha interpretado que no se requiere poner en
práctica un programa integral para combatir la inflación.
Es más, desde el sector oficial se ha diagnosticado que ni la
emisión monetaria ni los incrementos salariales por encima de
las mejoras en la productividad laboral, constituyen factores que impulsan
la inflación. En todo caso, los elementos que ha estado utilizando
el gobierno, en los últimos años, para moderar la inflación,
han sido el congelamiento de las tarifas públicas y la devaluación
del tipo de cambio por debajo de la dinámica inflacionaria.
El sostenimiento de las tarifas de los servicios públicos se
logró con el uso creciente de subsidios, aplicación que
terminó por deteriorar el resultado de las cuentas públicas,
a tal punto que en 2012 el déficit fue equivalente a 2,4% del
PIB.
Adicionalmente, el congelamiento tarifario provocó una caída
de la inversión en sectores claves –como el energético,
por ejemplo–, que derivó en un elevado costo fiscal en
materia de importaciones de energía y combustibles.
Por su parte, la devaluación de la paridad cambiaria (oficial)
muy por debajo de la inflación (no oficial) y por varios años
consecutivos, provocó un atraso del tipo de cambio real, con
la consiguiente pérdida de competitividad para los sectores productores
de bienes transables internacionalmente. La percepción por parte
de los agentes económicos del atraso cambiario impulsó,
además, una fuga de divisas -por razones de atesoramiento- por
montos considerables que erosionaron el nivel de las reservas internacionales.
Frente a tal escenario, las autoridades económicas dispusieron
primero un mecanismo de control de las importaciones y, más tarde,
un sistema de restricciones a la adquisición de divisas (cepo
cambiario). Como resultante de ésta última decisión
se generó un mercado cambiario paralelo (blue), cuya brecha con
el tipo de cambio oficial es creciente, provocando serias distorsiones
en el sistema de precios relativos.
Además y considerando las derivaciones negativas evidenciadas
por los subsidios y el atraso cambiario para contener la inflación,
el gobierno ha incorporado, en el corriente año, dos nuevos mecanismos
para combatir el alza de los precios. Por un lado, un congelamiento
de precios y, por el otro, la intención de poner un tope a los
incrementos salariales que se están discutiendo en las convenciones
colectivas de trabajo.
Ambos mecanismos, sin embargo, también presentan dificultades.
El congelamiento de precios –que se extenderá en el tiempo–
puede tener un efecto moderador en el corto plazo, pero en la medida
que determinados componentes de los costos aumentan -caso de los salarios
y todo lo vinculado al tipo de cambio, por ejemplo- los márgenes
unitarios de rentabilidad tienden a disminuir. Y en algún momento
ello significará faltantes de productos o ruptura unilateral
del acuerdo de precios, como se ha demostrado en otras experiencias
similares.
La moderación de los incrementos salariales, por su parte, también
parece de muy difícil concreción, teniendo en cuenta que
el nivel de conflictividad al interior del movimiento obrero se expresa
en planteos reivindicatorios crecientes, por un lado, y que la conducción
sindical no confía en que el gobierno esté en condiciones
de frenar el alza de precios, por el otro.
En definitiva, la continuidad del proceso inflacionario parece estar
asegurada en los próximos meses, aún cuando tenga una
declinación temporaria en lo inmediato. La proyección
inflacionaria expresa una situación más compleja, además,
si se desarrolla en el contexto de una creciente conflictividad laboral,
una fuerte desaceleración productiva y una caída importante
en los niveles de inversión.
Informe Económico de Coyuntura – Abril de 2013 – Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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