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Los “fríos números”
de la economía marcan que el fuerte aumento del consumo detectado
por las cuentas nacionales sólo puede ser explicado por el uso
de ahorros preexistentes.
uando el oficialismo logró
el resultado apabullante de 2011, el consumo privado representaba un
65,27 % del PIB. Esa variable ahora llegó a 68,22 % del PIB.
¡ Tres puntos del PIB más que en 2011!.
En términos del valor agregado de la economía, el consumo
está en un nivel record.
¿Cómo se explica entonces el cambio de preferencias del
electorado?
Probablemente, por una combinación de factores: a) por un lado,
han pasado a influir consideraciones no estrictamente económicas;
b) por otro, la población puede haber comenzado a percibir que
es la misma política económica la que amenaza logros alcanzados.
Hay muchos indicios que pueden entrar en ese catálogo, tanto
en el mercado cambiario como en el de trabajo.
En este sentido juega el carácter ambivalente de la inflación.
Hasta cierto punto, la subida de precios hace que aceleremos decisiones
de consumo, para ganarle a las remarcaciones, fenómeno que durante
un tiempo opera como una droga y genera la ilusión de que “cierta”
inflación es beneficiosa para el nivel de actividad.
Sin embargo, pasado determinado umbral, la inflación es destructiva
para el nivel de actividad.
Esto por diversas vías: la dificultad para hacer cálculo
económico traba inversiones y empleos; la suba de costos afecta
la competitividad y eso repercute en todas las actividades que tienen
relación con el mercado mundial, desde las economías regionales
(frutas, vinos, olivos, porotos, te), hasta la industria, el turismo,
los servicios informáticos, y por supuesto la actividad agropecuaria.
Además, en los momentos en que aumenta la incertidumbre sobre
la evolución de los precios y del tipo de cambio, la oferta directamente
pierde incentivos para vender sus inventarios, lo que genera escasez
y…enviones adicionales a la inflación.
El desabastecimiento también es inducido por las restricciones
a importar, cada vez más severas según todas las fuentes.
Cuando la inflación se combina con desaceleración del
nivel de actividad, los primeros que sufren son los trabajadores informales,
que no pueden lograr que sus remuneraciones se actualicen al ritmo de
los precios. Los formales, por su parte, si bien logran “empatarle”
a la inflación, se enfrentan a otros motivos de disgusto, como
la falta de opciones para ahorrar (por el cepo al dólar) y consumir
(por las trabas a las importaciones).
Más allá de estas percepciones, los “fríos
números” de la economía marcan que el fuerte aumento
del consumo detectado por las cuentas nacionales sólo puede ser
explicado por el uso de ahorros preexistentes (los dólares del
“colchón”). Pero este mecanismo es autodestructivo,
porque requiere de una brecha cambiaria elevada que es la que hace atractivo
vender billetes. Y el efecto colateral de la ampliación de la
brecha es la merma en la oferta de dólares al Banco Central.
Esto lleva a la pérdida sostenida de reservas, el principal problema
pensando en 2015.
Ahora bien, si la oposición asume que para ese momento estará
al mando, ¿por dónde pasan sus incentivos?. Sin dudas,
si cree que hay que hacer correcciones, le conviene que ocurran dentro
del actual mandato. Desde el Congreso, podría intentar “marcar
la cancha” del Ejecutivo, limitando la emisión monetaria
o el uso de reservas. Sin embargo, este tipo de posturas podrían
ser interpretadas como “pro-ajuste”, ofreciendo un flanco
débil frente a una parte del electorado.
En realidad, por lo menos una parte de la oposición está
yendo en la dirección contraria, con propuestas fiscales atractivas
para el votante pero con efecto negativo sobre el Tesoro: la recaudación
por renta financiera compensa sólo una fracción de la
eventual suba del mínimo no imponible de Ganancias y, además,
tendría impacto alcista sobre las tasas de interés.
El oficialismo no habrá de quedarse atrás, y seguramente
buscará recuperar el favoritismo electoral sacrificando recursos
fiscales.
Los “fríos números” dicen que no hay forma
genuina de financiar tantos propósitos (salvo que se recorte
en serio el gasto improductivo).
Desde junio los precios al consumidor suben entre el 2 y el 3 % mensual,
según mediciones alternativas.
No debería sorprender. En lo que va de 2013 la emisión
monetaria a favor del sector público suma 19,7 mil millones de
pesos, un 58,9 % más que en igual período de 2012.
El Banco Central acelera cada vez más el ritmo de devaluación
del peso en el segmento oficial, pero los costos internos de las empresas
también parecen empinar su recorrido alcista y el resultado neto
es dudoso en términos de competitividad.
Si estos mecanismos no alcanzaran, antes de recurrir a un salto devaluatorio
el gobierno preferirá alguna forma de desdoblamiento cambiario,
con el turismo en el centro de la mira.
Esta publicación es
propiedad del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana
(IERAL) de Fundación Mediterránea. |