Economía
 
Septiembre - Octubre 2014

LA ARGENTINA, EN UN BARRIO QUE COMIENZA A CAMBIAR

Por: Jorge Vasconcelos

 

 

La pérdida de exportabilidad de la economía argentina es, en realidad, la punta de un iceber.

Este año, muy probablemente, la Argentina estará retrocediendo al quinto puesto en el ranking de exportadores de América latina, después de México, Brasil, Venezuela y Chile, comparado con el cuarto puesto de 2013. En el acumulado de enero-julio, las exportaciones de nuestro país sumaron 43,5 mil millones de dólares, casi 2 mil millones menos que Chile para igual período, cuando el año pasado esa relación era inversa. En términos del PIB, que es la forma habitual de medir los datos de comercio exterior, la Argentina aparece, junto con Brasil, como una de las economías más cerradas de la región. En nuestro país, las exportaciones representan menos del 16 % del PIB, guarismo que compara con el 31 % en el caso de México, el 28,5 % de Chile o el 20 % de Perú.

Es cierto que hoy el tipo de cambio no luce atractivo para la exportación. El dólar oficial, en 8,4 pesos, muestra una brecha significativa con una de las tantas formas de aproximar la paridad de equilibrio, que es el Big Mac (el cuarto de libra” en el caso local). Según este índice, el tipo de cambio debería ubicarse en torno a 11,2 pesos por dólar, para compensar el exceso de inflación local de los últimos años.

Aun así, dada la recesión, podría haberse esperado un vuelco mayor hacia el mercado externo por parte de las empresas locales. Sin embargo, hay pocas noticias de este movimiento compensador, lo que lleva a poner el acento en la existencia de problemas más profundos, que no se arreglan con una devaluación puntual.

Es que la Argentina ha venido perdiendo terreno tanto en los sectores en los que tiene gran competitividad, como en aquellos en los que sus márgenes son mucho más ajustados.

Cuando se mide la participación del país en el segmento de bienes intensivos en recursos naturales, se tiene que de un “market share” de 1,3 % del total de las exportaciones mundiales alcanzado en 1998, se retrocedió a 0,9 % en los últimos datos. Dada la magnitud de este mercado, puede estimarse que con sólo mantener la participación de quince años atrás, hoy las exportaciones de la Argentina en este rubro serían 29,6 mil millones de dólares superiores a las observadas.

En el caso de las exportaciones a los países vecinos, que tradicionalmente han sido buenos clientes de las industrias asentadas en el país, el fenómeno es análogo. En 1998, los productos made in Argentina” capturaban el 13,8 % del total de las importaciones de Chile, Bolivia, Paraguay; Brasil, Uruguay más Perú. En el presente, esa participación se ha reducido a 8,3 % y esto implica una merma en el potencial de exportaciones del orden de los 20 mil millones de dólares.

La pérdida de exportabilidad de la economía argentina es, en realidad, la punta de un iceberg en el que, la parte no visible, se corresponde con la escasez de inversiones, de actualización tecnológica y el debilitamiento de la interacción con los mercados del exterior. A su vez, esto tiene que ver con decisiones de política económica que se han acumulado en el tiempo y se han reforzado en los últimos años, por el fuerte aumento de la presión tributaria sobre las actividades de exportación, las mayores trabas y restricciones para operar en el cambio (incluida la brecha con el blue) y el comercio exterior, el deterioro de la infraestructura y el aumento de los conflictos con nuestros principales socios comerciales.

Pueden verse las consecuencias de estas políticas focalizando en dos sectores clave de la economía, caso del agro y de la industria automotriz. Hasta hace pocos años, cada cosecha de granos de la Argentina equivalía a tres cuartas partes de la producción de Brasil; sin embargo ahora esa proporción ha disminuido a sólo el 50 %.

El vecino país se aproxima a los 200 millones de toneladas, por lo que si aquella relación se hubiera mantenido, la Argentina podría estar en 150 millones de toneladas, en lugar de los 100 millones en los que se ha estancado. Recuperar terreno perdido implica revisar la política tributaria, los cupos a la exportación y los problemas de infraestructura.

En el caso de la industria automotriz, importantes funcionarios nacionales se han quejado por el hecho que cada vehículo producido en el país implica una salida de divisas de entre 8 y 9 mil dólares por unidad. Esta cifra es cierta para el año pasado (en 2014 se habría reducido a la mitad), pero no puede ignorarse que se ha llegado a esta situación por las reglas de juego imperantes, por lo que aquella crítica es autoincriminatoria. De allí la escala reducida de algunas plantas, la dificultad para mantenerse actualizado tecnológicamente de ciertas autopartistas (afortunadamente, hay excepciones) y la profundización de la Brasil-dependencia. En el presente, 8 de cada 10 unidades de exportación van a Brasil y no parece haber mercados alternativos si el vecino entra en recesión.

Curiosamente, para salir de la Brasil-dependencia en industrias como la automotriz, la vía más accesible pasa por… profundizar los lazos con el vecino país, pero en el contexto de una región más abierta al comercio global.

De ese modo, las compañías instaladas en el país podrían ganar escala, especializarse y, así, producir bienes que tengan demanda en cualquier lugar del planeta. Es decir, para superar los problemas de competitividad de la economía argentina es más fácil hacerlo con Brasil que contra Brasil. Sobre todo si, después de las próximas elecciones, el principal socio del Mercosur comienza a encarar los cambios que se presumen, independientemente de quien gane. Hay cada vez más consenso acerca de que los causantes del magro crecimiento de los últimos años tienen que ver con el costo Brasil y con el excesivo proteccionismo. De allí que la nueva agenda podría incluir medidas para reducir la presión tributaria, agilizar la obra pública mediante concesiones y un cambio en el mix de la política económica, para posibilitar una caída de la tasa de interés, con un tipo de cambio que inicialmente debería acomodarse hacia arriba. Todo esto acompañado de una negociación más decidida con la Unión Europea, la Alianza del Pacifico e incluso con el Nafta, que implicaría un recorte a las barreras arancelarias y para-arancelarias.

En pocas semanas comenzará a quedar claro hacia dónde finalmente apunta Brasil. En cualquier escenario, la peor receta para la Argentina es actuar como un observador pasivo, ya que los problemas locales no son demasiado diferentes de los del vecino.

 

* Esta publicación es propiedad del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de Fundación Mediterránea. Revista Novedades Económicas.