Economía
 
Marzo - Abril 2013

EL ESPÍRITU JESUITA Y

EL FUTURO DEL MERCOSUR

Por Jorge Vasconcelos

 
 

Es un error creer que la Institución MERCOSUR está tallada en piedra. Como todas las relaciones comerciales, debe ser constantemente alimentada.

Justamente, en el corazón geográfico del MERCOSUR, la experiencia de las misiones jesuíticas y su abrupto final todavía hoy brinda enseñanzas.

Cuando en 1750 España firma el Tratado de Fronteras por el que Portugal adquiere derechos territoriales nítidos hasta el límite del río Uruguay, las misiones comienzan a ser jaqueadas, para luego colapsar con la disolución de la Orden de los Jesuitas, dispuesta en 1773.

Al parecer, el aprendizaje del español no tuvo suficiente prioridad, de modo que cuando las misiones se disolvieron, los guaraníes no contaban con suficiente preparación para interactuar con las poblaciones del Río de la Plata. Más allá de esa y otras objeciones, es indudable que la experiencia dejó una profunda huella de progreso, teniendo en cuenta las condiciones reinantes en otras regiones del continente.

¿Qué conexiones es posible encontrar?

- En primer lugar, que para prosperar nuestra población debe tener derecho a “aprender portugués”, en el sentido amplio del término, junto con otros “idiomas”. Con 200 millones de personas y un PIB del orden de los 2,4 billones de dólares, Brasil es un mercado crucial para un sinnúmero de actividades en la Argentina.

- En segundo lugar, que cada país tiene soberanía para firmar “tratados de frontera” con aquellos socios con los que pueda lograr las mayores ventajas en términos de complementariedad. La Argentina no debería ignorar que, en el seno de la Cancillería brasileña, existe una corriente activa de pensamiento según la cual la alianza de Brasil con la Argentina tiene cada vez más costos que beneficios. Existen argumentos firmes contra esos funcionarios “anti-Mercosur”, pero cada episodio de fricción los termina erosionando.

- Esto lleva al tercer punto: las instituciones importan. El golpe de gracia sobre las misiones devino de una crisis interna de la Iglesia, que terminó con la supresión de la Orden de los Jesuitas en 1773 (la restauración llegó en el siglo siguiente). Desde el punto de vista de la Argentina, sería un error creer que la “Institución MERCOSUR” está tallada en piedra.

Como todas las relaciones comerciales, debe ser constantemente alimentada.

Si la minera Vale abandona el proyecto del potasio por su propia incapacidad, hay un procedimiento sencillo para salir de la encrucijada: licitar la concesión y que los nuevos interesados compitan para retomar la inversión bajo las condiciones actuales. El sistema de seguro de desempleo debería servir para paliar las consecuencias laborales y sociales durante la transición.

Si no hay interesados y/o sólo aparecen empresas pidiendo condiciones extraordinarias, entonces el gobierno podrá ver en qué magnitud los desequilibrios actuales de la economía argentina están afectando la marcha de esa y otras inversiones.

Si la conclusión es esta última, entonces quedará en manos del gobierno replantear la política económica. Y si ese fuera el escenario, la profundización del MERCOSUR será una opción válida. Es cierto que Brasil no es un socio sencillo. Tiene un gran peso específico y lo hace saber en cada oportunidad.

Además, en el último período ha tomado una serie de medidas proteccionistas que no son buena noticia para la competitividad de la región: subió aranceles de importación para 100 productos que involucran aproximadamente el 4 % de sus compras totales al exterior y se prepara para agregar otros 100 a ese listado en el futuro inmediato.

En realidad, ese tipo de barreras pueden beneficiar en el corto plazo a aquellos países como Argentina que tengan acceso sin aranceles a ese gran mercado. Más del 40 por ciento de las exportaciones industriales argentinas tienen a Brasil como destino.

Para contener la hegemonía brasileña, mucho más productivo que pulsear todo el tiempo es introducir en escena nuevos socios que dividan el poder en forma más equilibrada.

Esto podría lograrse con una negociación seria y ejecutiva del MERCOSUR con un país como México, en aras de un acuerdo de libre comercio (como hizo Chile hace ya varios años). El país azteca tiene un acuerdo sólido con los Estados Unidos y Canadá, por lo que es un excelente test para guiar las capacidades competitivas de los productos made in argentina” (más que Brasil).

Pero para avanzar en esa dirección hay que recuperar el espíritu innovador, tal como se lo vivió en el corazón del MERCOSUR hace 400 años.

 

Fuente: Esta publicación es propiedad del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de Fundación Mediterránea.